No soy poeta, de ninguna manera. Pero hace unos meses, me tomé el terrible atrevimiento de escribirle unos versos a un amigo al que admiré mucho y que justo hoy, cumple un año de no estar ya entre nosotros. Le pido al lector no juzgue mi precario talento, que lo entienda como lo que estos versos son: una muestra de cariño y admiración hacia un amigo. Don Rafael Díaz Mayorquín .
Se los comparto.
San Felipe Aztatán ha sido origen
No sólo de nuestra mexicanidad,
También de un hombre extraordinario,
Nayarita universal.
Rafael Díaz Mayorquín fue su nombre
Y la lucha social se convirtió en su legado,
Entre los sabios, fue el más sabio de los hombres,
El mejor hijo que a la patria, Tecuala ha ofrendado.
Hijo de cuna modesta
Antes de caminar, aprendió a pensar.
Y esa sería su gran herramienta:
Contar con una mente abierta
Y con el ánimo infatigable
De luchar, siempre luchar.
Constructor de escuelas,
Fundador de ejidos,
Defensor de causas justas
Y cabal amigo de sus amigos.
En el año mil novecientos noventa
Un nuevo reto enfrentó:
Gobernar su municipio,
Como el pueblo se lo reclamó
Sirvió don Rafael a Tecuala
Con honradez y abnegación.
Como el hijo más sobresaliente
Que aquella tierra parió.
Después de tres años de trabajo,
Su sueldo nunca cobró.
Dio todo sin recibir nada a cambio,
La honestidad fue su legado
Y por ello el pueblo le recompensó.
Contrario a muchos políticos
Que sufren del rechazo popular,
Don Rafael fue muy querido,
Siempre en su tierra bien recibido.
Por los suyos, jamás dejó de luchar.
En la etapa final de su existencia,
Un viejo propósito motivó sus días,
Una última lucha por su tierra,
La tierra que fue el más grande amor de don Rafael Díaz.
Caminar otra vez como nuestros ancestros,
Reencontrarse con el mítico Aztlán.
Fue la obra de su vida,
Caminar otra vez hacia la gran Tenochtitlán.
Ningún obstáculo de la vida
Pudo a don Rafael y su obra frenar,
¡y es que los obstáculos se hacen a un lado!
Cuando ven a hombres como don Rafael pasar.
Tuvo don Rafael otra dicha,
Contar con el amor de una mujer buena,
Inmejorable compañera de viaje
Fue siempre la señora Elena.
A muy pocos días
De cumplir ochenta y ocho años,
El licenciado Rafael Díaz
Para siempre sus ojos cerró.
Un viernes dos de octubre,
La patria un hijo perdió,
Pues el más sabio de los hombres
Rumbo a la eternidad partió.
Dios debe haberle abrazado
Con profunda calidez,
Por haber siempre luchado
Con justicia y honradez.
Y a San Felipe Aztatán,
Que fue su origen y destino,
Una vez concluido su camino,
Regresó don Rafael a descansar.
(Imagen tomada de la red, correspondiente a un mural en honor del Lic. Díaz Mayorquín)
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